Monday, August 10, 2009

coleridge 117

Aunque no haya ni una gota para beber, inclina su cabeza apoyando las manos sobre el plástico de la balsa y da un largo trago, multiplicándo su sed y su náusea. Repite el proceso casi cada día, a cada oportunidad, firmemente convencido de que en algún momento será agua dulce, que calmará su sed para siempre o para al menos un rato.
Cuándo llegue al punto de no retorno y su cuerpo esté demasiado lleno de veneno salado como para continuar funcionando carece de importancia. En cualquier caso eso le ocurre eventualmente a todo el mundo de un modo u otro.