No quiero ser la primera cosa de ninguna lista. Prioritario no es mi segundo nombre. Es imposible flotar en el anonimato absoluto, así que la tentación de tener más de lo que es posible está siempre ahí, debilitando, esperando un instante de confianza, de autoconfianza... la autocomplaciencia deja entrar, como un una astilla endurecida por el fuego de la locura de cualquier idiota, la idea de unión, de compañía... de ausencia de soledad, cuando lo único que es seguro, aparte de la puta que lo reconfigura todo, es que podría pasar ocho horas mirando uno de mis dedos con la intoxicación adecuada.
Esto es un baile de disfraces. Una recopilación de bromas personales. Todo es una broma personal para mí, un guiño, soy la pura abstracción de la ignorancia, ¿ego desmesurado? y yo qué sé, pretender vivir en el punto ciego del ser humano supone asumir que puedo ser visto, lo dicho, ¿ego desmesurado?
Mear me recuerda que respiro, y en el hielo que es ser una sola mente, una meada calienta unos segundos, para reforzar el frío luego. ¿Qué ironía? y cada pensamiento que tiene la bondad de articularse en palabras me dice que todo cabe en cajas, que no tengo a dónde ir más que más lejos, hasta dar la vuelta entera y volver a empezar.
No hay interruptores para esto.
Odio mi piel, no, odio tener piel, ¿terminaciones nerviosas? La capacidad de decodificarlas en
la
constante
idea
de
que
a
esta
boca
no
la
besa
nada
Para la realidad de mis pies helados por el cemento y la ilusión de los ecos del cariño, que, en cualquier caso, nunca... nunca terminó de ser real
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