Monday, June 18, 2007

panopticón 1




En tus dientes de machete equilibran una brizna de hierba para jugar como cuando serán pequeños. Tantean el suelo desde el borde de sus camas, y sus pies de piel contraída y huesos frescos bajan cada vez más, abriendo un sendero en el vacío. Los ojos atemorizados de este anciano que revierte a su condición de célula encerrada, ven el suelo de madera abrirse en espirales negras, esos ojos ancianos han visto mucho, pero no han visto el reflejo de su iris mirar hacia dentro.

Mientras tanto, a una distancia considerable, un hombre joven escucha música por sus auriculares tumbado en su cama. Con los ojos cerrados, en la pose clásica del que deja que la música le embriague al ritmo de la cerveza o de la marihuna, no advierte las grietas diminutas que se van formando en los cables que le nutren desde el equipo de música. No advierte diminutas corcheas, silencios, claves de sol y de puertas cerradas, tablaturas y compases escapar por las grietas, y flotar hacia él sorprendentemente cálidas y amenazadoras.

El anciano aún tiene tiempo, antes de ser expulsado hacia el centro del universo, de ver bajo sus pies la carnicería sobre sábanas que la música ha hecho con el hombre joven. ve redondas teñidas de rojo, corcheas demasiado brillantes como para ser negras. y pequeños dientes exhibidos en diminutas sonrisas que no tienen nada de amenazador: más bien son reconfortantes.