Friday, September 9, 2011

- Perdone que le importune, pero es usted idéntico a mí.
- Me parece que se equivoca, es usted el que es idéntico a mí.
- Dígalo como quiera – dije entre jadeos, tratando de recuperar el aliento que había perdido cinco minutos atrás mientras le perseguía – pero esto no puede ser coincidencia, hay que descubrir por qué somos idénticos.
- Qué democrático es usted, pero aún así creo que es usted el que se parece a mí – dijo él, sin jadear ni nada, como si no hubiera corrido como el diablo mientras le perseguía por la calle.
- Insisto, le ponemos el nombre que quiera, pero tenemos que saber qué está pasando aquí, ¿no le parece?
- Pues sí que es fácil convencerle de las cosas… ¿Es siempre así? Porque de ser así me parece a mí que al menos yo ya tengo claro que el parecido es puramente superficial. A un milímetro de la piel todos somos monstruosamente idénticos en cualquier caso.
- Sólo porque tenemos poca experiencia en el campo de conocernos por debajo de la piel…
- ¡Vaya! – intersecó – parece que sí hay algo de espíritu en usted. Lógico, por otro lado, si va por ahí con mi cara.
- Habla usted como si tuviera esta conversación ya pensada… y para ser tan directo ha hecho un gran esfuerzo para que no le alcance… - dije poniendo las cartas sobre la mesa, porque, ¿qué era esta broma de fingir que no había salido escopetado en el momento en el que nuestras miradas se cruzaron y mis ojos sin duda traicionaron mis pensamientos?
- Me va a tener que perdonar, pero no sé de qué me está hablando, llevo aquí de pie toda la mañana. Son las 12:26 ahora mismo, o sea que llevo aquí tres horas y veintiséis minutos concretamente…
- Puedo aceptar que sea yo el que es idéntico a usted, pero no que ha salido corriendo en cuanto le he mirado.
- ¿Por eso está usted tan sofocado? ¿Ha estado corriendo?
- ¿Qué…? Claro… detrás de usted…
- Le acabo de decir que llevo toda la mañana aquí de pie, y le digo la verdad, aunque a veces miento, claro. ¿No iría usted detrás de aquel tipo? – me dijo, señalando por encima de mi hombro.
- ¿Qué tipo? – dije mirando hacia donde apuntaba su dedo… para ver a un sujeto, de unos treinta años (mi edad), fondón (como yo), completamente fuera de forma (como yo) trepando por la pared de un edificio de apartamentos. Quedé callado, sin saber qué decir.
- Vamos a ver qué pasa, ya hay un montón de gente abajo haciendo corro para mirar y como no lleguemos pronto nos vamos a quedar sin sitio.
Como si estuviera borracho me dejé arrastrar por aquél individuo que era… al que era idéntico hacia el grupo de gente, sin perder la vista en el treintañero fondón que escalaba el edificio torpemente.
Pasó aún un rato hasta que el tipo llegó a la cima del edificio, se podían oír los típicos comentarios que se hacen en esta situación, creo yo que más por los que uno ha oído en las películas que porque esta situación tuviera algo de típico “se va a caer” “Parece un mono” “Si, al que le pesa el culo” “¿Qué querrá?” “¿Se va a tirar?” Y pensaba yo, “¿para qué va a darse la paliza de trepar sólo para tirarse luego?”
Cuando llegó al tope se quedó de pie en el borde, mirando hacia el suelo, y empezó a hablarnos, pero era imposible oír nada de lo que decía. Miré a mí alrededor, buscando al hombre al que era idéntico, y empecé a sentir un terror de esos que agarrota brazos y piernas, que hiela la espina dorsal y emite pulsaciones en la base del cráneo: había hombres, mujeres, niños, ancianos allí, y todos, todos y cada uno de ellos eran idénticos a mí. O yo a ellos. “Esto tiene que ser un sueño”, pensé, y  cuando la cabeza del treintañero fondón reventó contra el asfalto, todo, yo incluido, desapareció.

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